Cuando el gris y gelido invierno hace presencia, con sus nubes oscuras y aquel frio que le hace temblar a uno hasta en lo mas profundo del alma, cuando nos reconforta y calienta solo el calor de una chimenea con sus llamas de fuego y las brasas, es cuando aquellos que no tienen con quien compartir ese fuego, hechan de menos los calidos abrazos de una persona amada.
Justo eso es lo que le sucedia a Mark Regle, procedente de una vieja familia aristocratica francesa venida a menos. Alli estaba sentado en aquel palacete provincial, en medio de un paraje precioso cuando no estaba como ahora cubierto de nieve, calentandose delante de aquella enorme chimenea en la unica habitacion que, aparte de montones de libros polvorientos, todavia tenia algun que otro mueble antiguo, probablemente los que hasta ahora no habia podido vender para poder subsistir. Mark retiro de las brasa un cazuelita con algo de leche en ebulicion para añadirle un chorrito de ron barato para calentarse un poco mas y tomarselo con el unico manjar que iba a comer hoy: un trozo de pan con una sopa que habia cocinado de un conejo despistado que habia cazado esa misma mañana. No sabia cuando seria la proxima vez que comiera algo de carne.
Mark era el ultimo de la familia Regle, despues de que sus padres y su hermano fallecieran en aquel estraño accidente de coche, en el cual, de no haber sido porque ese dia tuvo una fiebre que le impedio levantarse de la cama, tambien el hubira tenido que estar. Dijeron que su padre conducia ebrio, lo cual ya era estraño. Mark recordaba que su padre solo bebia en la fiesta de fin de año, en su aniversario de boda con su mujer Marie Claire, y cuando Mark termino su licenciatura de empresariales. El cadaver de su padre quedo completamente irreconocible y fue el Doctor Febrê, su medico de cabecera, que tras unas pruebas de ADN concreto que era el padre de Mark, Fabienne, y que ademas tenia una concentracion alta de alcohol.
De aquello ya hacia mas de un año, y en este poco tiempo Mark habia ido de mal en peor. Tras el funeral no fue capaz de tomar el relevo de su padre frente a las empresas de este. Justo cuando iba a tirar la toalla y cerrar todas las empresas despidiendo a todos, logro venderlas por cuatro reales a un consorcio de inversores canadiense.” Al menos he consegido que la gente que trabaja para la familia Regle puedan subsistir.”, penso Mark despues de poner como unica condicion de venta, que ninguno de sus trabajadores podia ser despedido durante los proximos 5 años. Despues de eso y con algo de dinero vinieron los embaucadores, que aprovechando la situacion de Mark terminaron de vaciarle sus cuentas para llenar sus propios bolsillos utilizando todas las tretas imaginables. De repente Mark se encontro sin propiedades y endeudado hasta las cejas. Vendio todo lo que pudo para reflotar lo poco que le quedaba. Y aquí estaba, sentado ante su chimenea tomando su leche con ron y su sopa de conejo. “Podria ser peor”, penso Mark riendose para si, “si el conejo no se hubiera despertado esta mañana con hambre”.
Fuera ya estaba oscureciendo aunque todavia eran las cuatro de la tarde. El viento soplaba fuerte y alborotaba la nieve en nubes que golpeaban contra la puerta y los cristales, los cuales tenian el aspecto de haberles hachado azucar alrededor del marco. Mark se enrollo mas en su manta mientras sorbia lentamente la sopa humeante y la luz de la chimenea iluminaba con sus llamas danzantes su cara y la habitacion. De repente el ruido del picaporte saco con un sobresalto a Mark de su enmismamiento. Encojido se quedo inmovil escuchando atentamente al vacio silencio de la mansion para ver si se repetia aquel ruido del metal chocando con la madera. Pero por mas que se esforzaba solo oia el aullido del viento del crudo invierno rondando la casa. Finalmente y despues de un buen rato decidio averiguar si estaba delirando o si habia alguien que habia venido a la perdida mansion del Cahteau de Bellvitge. Mientras caminaba atraves del salon hacia el recibidor , pasaba al lado de los ultimos muebles que le quedaban, de los cuales algunos estaban tapados con lonas blancas para que no cojieran polvo. Llego a la puerta principal y, tras escuchar un momento y mirar por la mirilla, abrio el porticon con el ruido caracteristico de la madera vieja cuando se mueve. Echo un vistazo al porche pero no vio a nadie. Salio afuera encojiendo los hombros por el frio del viento que le abofeteaba la cara, mirando con los ojos medio encojidos par tratar de ver si distinguia a alguien. Despues de unos momentos decidio que, auque le parecia raro por lo fuerte que habia sonado el porticon, tenia que haber sido el viento que habia tocado a la puerta. Ya lo daba por hecho cuando al querer volver a entrar en la casa cruzando el porche vio apoyado en el marco de la puerta un paquete cuadrado envuelto en papel blanco y acordonado con un cordon de color canela. Lo cojio y lo miro sin encontrar ninguna carta, direccion, postal o nota. Un nuevo bofeton de aire gelido le devolvio a la realidad y se apresuro de entrar en la casa para resguradarse del frio. “ No vaya a ser que me ponga enfermo, justo lo que me faltaria”, penso Mark y cerro la puerta volteando la llave dos veces y echando el cerrojo de arriba. ¿¿Que contendria aquel estraño paquete??
domingo, 24 de enero de 2010
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